Tema comuniones 10/10

Vamos a ver.

Puede que no seas fotógrafa.

Ni quieras serlo.

Pero seguro que tienes claro que una buena foto no es algo que pasa porque sí.

Es como un buen puchero: necesita ingredientes. Los correctos, claro.

Y en fotografía hay uno que marca la diferencia.

La luz.

No la del flexo. Ni la de los focos.

La luz natural. Esa que parece que no hace nada, pero lo hace todo.

Es capaz de convertir una foto normal y corriente en un retrato con alma. En algo que cuenta más de lo que se ve.

Ponte a pensar en esas fotos de comunión que seguramente tienes en un cajón. O en las que están decorando la pared de casa de tus padres.

En ellas el niño aparece como protagonista, sí.

Pero hay más.

Está la calidez de la luz de primavera colándose entre los árboles.

El sol suave acariciando las mejillas.

Las sombras que añaden profundidad y un aire de misterio.

Son esas cosas las que hacen que la foto no sea solo una foto, sino un recuerdo que no quieres olvidar.

Por eso cuando veo estudios llenos de focos, fondos blancos y artificios…

Lo siento, no puedo. Es como el agua con gas: no me pasa.

Porque la luz natural no solo ilumina. Te envuelve. Te conecta con el momento, con el aquí y el ahora.

Y no necesitas ser la protagonista de un gran evento para vivir algo así.

La pregunta es:
¿A qué esperas para permitirte una experiencia de las que dejan huella?

Lo que empieza como un capricho, termina siendo un regalo que te haces a ti misma.

Ese regalo lleva tu nombre y la luz perfecta.

¿Lo vemos juntas?

Elige autenticidad.
Te espero.