Tema comuniones 7/10

Vamos a ver.

El día de la comunión no es como cualquier domingo en familia.

Es la versión cristiana de la alfombra roja.

Peinados que no aguantan más de cinco horas (ni más). Niñas y niños vestidos como si fueran a una gala en Hollywood. Y esa sensación, entre estrés y orgullo, de que todo tiene que salir perfecto, sí o sí.

Porque no es solo un día para cumplir un rito religioso.
Es el día de la madre. Del padre. De la abuela. Del tío.
Vamos, que medio álbum de fotos acabará mostrando todo lo que pasó antes y después del acto central.

Pero te digo una cosa:

Da igual cuánto brille el vestido, si la vela combina con las flores, o si el restaurante de turno se pasa en la cuenta.

Lo que importa (lo único que cuenta, de verdad) es lo que sientes cuando vuelvas a abrir ese álbum dentro de 10 años.

Y aquí está el truco:

Si todo sale según lo previsto, perfecto.
Pero si algo falla, también perfecto.
Porque esos fallos son los que luego se convierten en historias para contar.

El bol de aperitivos que acabó en el suelo porque el niño tenía más fuerza del calculado.
Ese momento en el que tú posabas como si fueras actriz de película clásica, hasta que un grito de “mamáaa, y yo???” arruinó la pose.

Al final, todo eso son recuerdos.

De los buenos. De los auténticos.
De los que miras y piensas: “Mereció la pena vivirlo así”.

Y sí, habrá fotos para todo:

  • Las más “postales” que mandarás al grupo de WhatsApp (como una declaración de superioridad familiar).
  • Y las más íntimas, tuyas, solo tuyas, para revivir un pellizco de emoción cada vez que las veas.

Si crees que lo mejor está en la sencillez de esos detalles… Te espero.

Aquí no hacemos «fotos de comunión”.
Aquí creamos recuerdos de verdad.

Tu historia merece algo más que un par de flashes mal puestos.

Elige autenticidad.
Te espero.