Vamos a ver.
Tu embarazo no es algo que pasa todos los días. Bueno,
en verdad sí pasa todos los días, pero no a ti.
Porque tú no eres cualquiera. Y este momento, aunque estés cansada, aunque ya no te quepan los zapatos, aunque sueñes con poder dormir boca abajo, es único.
Y lo sabes.
El problema es que te asaltan las dudas.
«¿Hago fotos? ¿No hago fotos? ¿Estudio? ¿Naturaleza?»
Un dilema existencial digno de Shakespeare.
Déjame ponerte un poco en contexto.
En el estudio, todo es bajo control.
Luz perfecta. Fondo perfecto. Tú, perfecta.
Puedes hacer pausas, cambiarte de ropa o tomarte un descanso cuando te dé la gana. Es cómodo, limpio y nadie te mirará raro si decides posar como una diosa del Olimpo con tu barriga al aire.
Por otro lado, están las fotos en exteriores.
Pensemos en una playa, un bosque, esa luz de atardecer que te acaricia como un filtro de Instagram sin filtro. Puro encanto natural. Sí, puede que te encuentres con alguna hormiga aventurera, pero oye, las fotos serán tan auténticas que parecerás sacada de una revista.
Ambas opciones son maravillosas, pero hay algo más importante que elegir entre estudio o exterior.
Y es que esto no va de fotos.
Va de detener el tiempo.
De quedarte con un pedazo de estos meses, por si luego los echas de menos cuando tu «bichillo» tenga ya 10 años y un carácter digno de premio Nobel en negociaciones.
De mirarte y decirte: «Caray, ¡lo logré!».
Porque lo que hoy te parece una barriga gigante mañana será el inicio de la historia más bonita de tu vida.
No te lo pienses tanto. A veces, la mejor decisión es hacerlo ya. Sin dudas, sin peros. Tú, tu barriga y algo que te recuerde para siempre que ahí empezó todo.
Suscríbete a mi newsletter de mi sideB.
O escríbeme.