Vamos a ver.
No pasa nada si fallas en algo cualquier día.
Menos el de la comunión de tu hijo.
Ese es especial.
Y meter la pata en las fotos es el error que nadie reconoce, pero luego se arrepienten todos.
¿Qué hace la mayoría?
- Dejan que un familiar “apañao” saque las fotos.
- Contratan a cualquiera porque era “el más barato”.
- No piensan en cómo serán esas imágenes en cinco, diez o veinte años.
Al final lo que queda son álbumes que nadie quiere abrir.
Porque no hay magia. No hay emoción. No hay nada que recuerde quién era tu niño ese día.
Ahora respóndeme:
¿Qué te gustaría ver cuando abras esas fotos dentro de 15 años?
¿La cara de tu pequeño lleno de nervios y alegría?
¿O un fondo cualquiera con una sonrisa que parece sacada de catálogo?
La diferencia está en que las fotos puedan contar tu historia.
Sin poses forzadas. Sin escenarios que distraigan. Solo ese momento que nunca se volverá a repetir.
Tú decides.
Ah, y por si te interesa: sé cómo hacerlo. Y a lo mejor hasta puedo ayudarte.
No tienes que decirme nada ahora. Pero no tardes mucho. Este día no vuelve.
Elige autenticidad.
Te espero.